CONVERSACIÓN CON UNA MUSA
Te he contado ya tantas cosas,
tantos sueños y pensamientos
y versos cifrados que laten
en el lienzo herido de este alma
de acordeón arrugado,
tantas tristezas y alegrías
largas y lentitudes de aire
que dan tumbos en el reloj
y descarrilan en las venas
con todo el enorme peso
de sus eternidades locas
y feos meridianos huérfanos,
que ya no sé qué hacer,
qué sonrisas robarle al sol
al despertar cada mañana
o qué luna llena inventar
para encender la llama fresca
de tus labios y derrotar
así a ese duende solitario
que me desmenuza por dentro
y me revuelca en su delirio
amamantado de silencio.
Te he dicho tantas cosas que
ya no sé cuál es mi derecho
o mi revés o qué oscuras
fantasías hacen crecer
mis alas y desencadenan
esa tormenta de palabras
o tumulto espeso y sin tregua
de sentimientos que se enredan
en el papel y abren profundos
surcos de ternura en el huerto
mutilado de la esperanza.
¿De dónde vienes? ¿Dónde vas,
musa inmortal, cuando te busco
y no te encuentro agazapada
en un rincón de mi garganta
o en una remota esquina
del frenesí de mi cerebro?
¿O quién eres tú para entrar
y salir de mi vida y usar
el humo blanco y negro y crudo
que destilan todos mis huesos
o rezuma el jugo de mi equis?
Te he hablado tanto de mí,
de mis vivencias abiertas
o las marismas subterráneas
que se ocultan bajo mi piel,
que casi no quedan palabras
en el abecedario para
atrapar el polen de fuego
que hay en tus ojos de sirena
desnuda y vestida de mar
e hilar un poema una vez más.
© Fernando Luis Pérez Poza