ENUMERACIÓN DE AMOR
Hacer que los relojes se detengan,
sentir que el mundo gira y se despeña,
tocar tambores sordos que no suenan,
fletar barcos hundidos que navegan.
Ser el norte y el sur y el este y el oeste
y la noche y la tarde y la mañana
y ocupar con el alma el infinito
laberinto vacío de tu cama.
Te miro, te acaricio, te desnudo,
te beso, te presiento, te respiro,
acoplado a mi sombra está tu espectro
mientras voy, te penetro y me disgrego.
Es mi vida una lámpara que brilla,
una hamaca tranquila que reposa,
un archivo de sueños y papeles
que se agita en el mar de tu glucosa.
Es tu cuerpo una lámina tallada,
escultura tierna en pedestal de oro,
gelatina que amaso con mis manos
y convierto en la flor de mis tesoros.
Cruzar fronteras y muros derruidos
y campos y cielos y cordilleras
y salvar las vertientes milenarias
de tus brazos y espesas arboledas.
La piel desnuda, dulce antología
de caricias que puebla de nostalgias
el inmenso arenal de tu recuerdo,
espesa biblioteca de equilibrios,
la catedral de tu cuerpo atrapada
en el áspero burdel de mis dedos.
El ardor encendido de tus besos
descubriendo horizontes en la noche,
borrando vacíos en la almohada,
vertiendo mazapanes de silencio.
La desmemoria que late en el vómito
de un saxofón, el eco dolorido
del metal diluyéndose en las calles,
resolviendo el salvaje crucigrama
de un latido en el neón de la sangre.
Todo eso y más eres tú, compañera,
un paquebote esmaltado de velas
blancas que flota en mitad de mi océano,
una rosa de los vientos abierta
en el denso carnaval de las horas,
una honda galaxia de esperanza
cruzando el universo de mi sombra.
Así eres tú, querida compañera,
una larga enumeración de amor,
ejercicio de sueños literarios
escrito en los abismos del reloj.
© Fernando Luis Pérez Poza