HOY MÁS QUE NUNCA...
De transparente luz y gaviotas fugitivas
está hecho el tiempo que late en mi cabeza,
es una herida abierta
por donde se vierten los sueños,
un tren desesperado
que camina sin remedio hacia el abismo,
una boca secreta que mastica
un horizonte de esmeraldas cóncavas.
El humo corre
cuando se le deja libre,
pasa y desnuda el acero del sentimiento,
una y otra vez repite
las mismas sílabas de sangre,
el alfabeto negro del dolor,
su implacable latitud de sombras
que todo lo arroja
al vertedero inmundo de la muerte.
El humo es el tiempo que arde
en la noria desquiciada del absurdo,
una rueda que gira y se evapora
y llena la vida de caballitos locos,
el lento carrusel de los minutos
atrapado en el viento
de mil molinos tuertos.
El tiempo es una flor bordada
en las húmedas solapas de la nada,
la sonrisa de un muerto
para el que no existe el mañana,
un esqueleto lleno de latitud amarga
entregado a los vaivenes del silencio.
Es verdad, por el musgo de su piel
corren las lagartijas de los días,
se deslizan los eslabones tristes del hielo,
resbalan hacia el vacío las risas
de todos los demonios del infierno.
El tiempo es una tierra sin consuelo
un negro cementerio de latidos
en mitad de la bahía del espanto.
Y hoy que se tambalea la luna
atravesada por las azules nostalgias
y las mareas desbocadas del destino
construyen muros de ceniza
sobre los cimientos del alma,
más que nunca, te digo, compañera,
que el tiempo, el humo y el aire
no son más que tranvías huecos
que no llevan a ninguna parte.
© Fernando Luis Pérez Poza