LAS BOTAS DE SIETE LEGUAS
Con vosotras pisé la tierra,
recorrí las siete leguas del tiempo
que separan al niño del hombre,
mil veces crucé la latitud del aire
y sentí el dolor de la muerte
acechando en cada paso.
Viajé rápido y despacio,
fui tortuga y viento, suela
que resbala el infinito,
brújula que indica el norte
aunque sepa que el abismo
aguarda
inexorable
en cada uno
de
los cuatro puntos cardinales.
He volado sobre el mar, desbocado
como un corcel sin dueño, atento
a la corriente que emana el surco
profundo de la vida, la terma que nutre
la utopía y envuelve el corazón
en sándalo.
Y ahora sé que basta un movimiento de ala
para alcanzar un mundo más ancho,
clavarle el rejón de un verso
y dar la vuelta al ruedo, con ovación,
las dos orejas y el rabo.
El problema es que algún día
vendrá dios
a robarme las botas
y, entonces,
me quedaré descalzo
sobre el frío mármol de la nada.
Fernando Luis Pérez Poza