NACER
Nacer es abrir el libro del tiempo
y atravesar la puerta de la vida,
descorrer el cerrojo de la nada
y hundirse en el abismo de la muerte
para siempre.
¿No notas ya la sonrisa de la noche
entreabriendo los labios del cielo?
¿No ves que el mar está atracando a la luna
y con sus olas le pide que entregue toda la plata?
Día a día, camino, huyo hacia delante,
e intento ir más allá del horizonte,
huyo calle abajo, calle arriba,
desde los límites del aire
hacia mi propia soledad.
Me lanzo por túneles que desconozco
para atrapar segundos tan fugaces
que cuando llego ya se han ido
sin dejar ningún mensaje para mí.
Y cuando te miro veo
que dentro de ti hay antorchas
delirantes de ternura y pájaros azules
que al encenderse o echar a volar
sacan a la luz un arsenal
de colores y latidos desconocidos.
Abro los ojos. Camino.
Y siento la fuerza del viento
golpeando en mi cara,
el cuchillo invisible del sol
atravesando mis párpados
con su filo amarillo.
Paso a paso, me hundo
en el futuro, en esos brazos
de diámetro infinito que abren el cielo
y cierran el negro laberinto del silencio.
Te sigo
como si fueras una larga cometa
que no logra desprenderse de su estela
y me diluyo en el abismo del tiempo.
Nacer es como vestirse de luces
y torear en la gran plaza del mundo
sabiendo que, al final, el toro
te enredará para siempre en sus cuernos.
©Fernando Luis Pérez Poza