PIEDRA BLANCA SOBRE UNA PIEDRA NEGRA
Me moriré donde yo quiera, en París o en Pernambuco,
un día de sol radiante, y no con aguacero.
Me moriré donde yo quiera, orgasmo pleno,
sin importarme cuando,
si es hoy, ayer o en el futuro.
Cualquier día será bueno para versar esa prosa
que pone fin a las cábalas y redondea los números.
Fernando Pérez vive, lo odiaban
todos como él amaba a todo el mundo,
rezará, sin duda, el epitafio
tras el telón del circo, una mañana,
y sobre el surco solitario de la nada:
la añoranza del último pitillo no fumado.
Fernando Luis Pérez Poza