POR HACERLE UN NUDO AL VIENTO
Por hacerle un nudo al viento
maté la muerte.
Con el cuchillo oxidado del siempre
corté trozo a trozo su esqueleto,
tajé las venas del antes,
abandoné el olvido
en un rincón ajeno al hoy
y ya nunca quise resucitarla.
¿Para qué hacerlo
si ella no posee el don de la vida?
Y me salieron alas en la voz
que remontaban los siglos
y cocinaban la palabra desnuda,
hambrienta,
jeroglífico de humo tierno
que penetra las venas
y vuelve lágrima la estatua.
Ahogué la piedra en el río,
llené de agua el aire,
excavé el cielo hasta hallar
la raíz cuadrada del infinito,
esa humedad que late
en cada instante
y ni siquiera sabe que existe.
Después cerré los ojos,
apagué las sombras
y me fui a dormir a la luz
para no despertar
de nuevo
a la noche.
Fernando Luis Pérez Poza