LA RIMA Y LAS MUSAS
La rima, esa melodía desnuda
al final de cada verso, sonidos
que desdoblan sus sones en bandada
y se adueñan del río del destino.
Llaman las musas a la puerta abierta
del poema y entran como nubes blancas
y trepan libres por las enredaderas
de la mente del poeta sin trabas.
Son ecos, gaviotas que se repiten
en el vuelo y encadenan los versos,
que visten la voz con aires de duende
y convierten las palabras en sueños.
Se colocan allá donde termina
el acento de la última vocal,
en hilera ordenada, como gotas
de néctar que salen de un manantial.
Externa o interna, tal vez asonante
o consonante, según se repitan
las letras vocales o consonantes
en el noble alma de la poesía.
Es la rima un volcán que no revienta
si las musas se fueron a otra parte,
es un fuego que aunque arde no te quema
si no sientes la pasión por este arte.
© Fernando Luis Pérez Poza