LA PARTIDA
Llevo en el alma un archivo de tristezas,
un pájaro gris que se extiende por las venas
como una náusea,
un halo profundo
de angustias infinitas y flores amargas
que nunca llegan a asomarse a los ojos
pero impregnan de moho el corazón.
Son lágrimas secas,
agonías que se arrastran
por la tierra negra de la vida
hasta llegar al abismo hueco de la nada,
trompetas que exhalan sombras sin sonido,
laberintos mudos que se pierden
en las ciegas catacumbas del dolor
y corroen los huesos como voraces gusanos
salidos desde la propia médula.
Es una amargura lenta,
que emborracha, que desgarra el tuétano
y lo llena del rencor oscuro de la pena.
Es un luto espeso que aprieta
en lo más hondo
y le pone grilletes al aire
y encadena el humo de los sueños al tiempo
y aúlla sin voz
en el absurdo disparate de la sangre.
Yo no sé por qué, a veces,
el jardín de la esperanza se anega de lodo
y sólo escucho el eco de tus pasos
vertiendo su huella en el vacío de la muerte.
Y entonces pienso que te has ido
al infinito, para siempre,
a vivir esa extraña aventura o cola de un cometa
que es la eternidad,
a recorrer esos espacios sin límite ni distancias
de los que nunca se logra escapar.
Y siento frío,
la sal, el aguijón, el horror del frío
de mil sótanos reventando como una bomba
de soledad sin párpados en mi interior,
y quiero trepar al viento
para cruzar el horizonte y estar allí donde tú estás
pero no puedo y espero
en medio de este pasillo triste
a que llegue la hora
de poner rumbo a tu universo.
©Fernando Luis Pérez Poza