CONTADOR DE SÍLABAS
El poeta herido adiciona sílabas,
combina en su cerebro las palabras,
despieza los momentos de la vida
y derrama la luz de sus campanas.
Es su herida un "rayo ebrio que no cesa"
de ensayar la aritmética del verso,
es su mente un sistema matemático
que resume en dos sílabas un beso.
Una caja de música es el alma
del juglar que destapa su tormenta,
un velero sincero que se pierde
en la densa espiral de una cometa.
Contadores de sílabas, poetas,
mágicos druidas locos de las letras,
¿qué logaritmo oculto ejecutáis
para unir la quimera y la materia?
¿qué fórmulas secretas enhebráis
a la hora de hilar vuestra bandera?
¿qué alquimia revelada os posesiona
cuando estalla el volcán de vuestras venas?
Un poema es una húmeda plegaria,
la canción desesperada que brota
de la azul caracola de la nada,
del roto laberinto de las olas,
del secreto universo de la magia.
Como el humo que sueña siempre el cielo
esperan las palabras su destino,
es su justa medida un huracán
que el verso guarda en su manso latido.
Catorce sílabas, alejandrino,
que describen ampliamente las cosas,
la canción que encierra el heptasílabo,
ese rap que se oculta en el trisílabo.
Cada metro derrama su locura,
su esplendor, su fragante melodía,
en la piel delicada del papel
que almacena la ternura de su fibra.
Contadores de sílabas, poetas,
logarítmicos héroes de la luz,
¿qué lluvias y amapolas os inundan
que me llenan de azul hasta la médula?
¿qué dolores alimentan el llanto,
la tristeza, la pena, vuestro encanto?
¿que lágrimas se siembran en mis huesos
cada vez que me hiere vuestro rayo?
¿qué hachazos invisibles y homicidas
derriban las murallas de la noche
y extienden la frenética mirada
de una sílaba ardiente de reproches?
© Fernando Luis Pérez Poza