YO SOY ASÍ
Con mi dolor a cuestas, con mi pena,
con el corazón lleno de candados ciegos
y largas travesías solitarias me dirijo
a ese destino íntimo que desconozco,
a ese nudo de sombras y vértigo insumiso
que late al otro lado del tiempo
y se aproxima al reo, lento,
sigiloso, como el filo desnudo
de un cadalso antes de la ejecución.
Ruedo por la pendiente, caigo
y no veo más que multitudes
espesas de soledad y silencio,
pesados pétalos de odio inacabable,
inmensas catedrales de envidia
que levantan sus torres amarillas
y cortan el cielo como afiladas
guillotinas sobre nuestras cabezas.
Me pierdo, como se pierde la luz
en medio de la oscuridad infinita
o se extravía la brújula en el polo
o una nube de humo en el otoño.
Y lloro, lloro sin ojos un océano
de tristezas ocultas y lágrimas
oscuras de campanas viejas.
Me derramo en el sabor salado
de un verso vagabundo y abro
la puerta de todos mis desvanes,
destapo todas las rendijas
huérfanas que llevo en el alma
y me asomo una vez más
a la ventana y me encuentro
y me miro y me pongo del revés,
al descubierto, como si fuera
el forro interior de un calendario
o la barriga rota y alargada
de un neurótico ciempiés.
Yo soy así. Cara y cruz.
Voy de la sonrisa amarilla del sol
a los tréboles amargos del luto,
de la cara amable y sensible
de un dios de trigo, marfil y fuego
al cemento armado de un sepulcro
excavado en el interior del infierno.
Yo soy así, qué le voy a hacer,
carnaval y lágrima de no se sabe qué,
sudario dulce y amargo de no se sabe quién.
©Fernando Luis Pérez Poza