LA MAREA DE LA MUERTE
¿Quién dice que la vida
no es un grito desgarrado del tiempo,
un lento ir y venir de días negros,
el naufragio del alma en el aliento?
¿Quién espera al que muere a la salida
del túnel del abismo, en el silencio
profundo de la nada, en el espacio
desnudo donde se ahogan los sueños
y se hunden para siempre las musas?
Nadie hay en el trastero
de la tierra que sea tan malvado
como el sordo gusano de la duda.
Nadie hay en el mundo que esté seguro
de que ha venido a cumplir el destino
para el cual siempre ha sido programado.
Duerme la luz en el fondo del vidrio
al calor del volcán sin humo
que le viene del faro.
Duermen mis esperanzas
en el cajón mustio de la tristeza
como si fueran penas sin consuelo.
La muerte es una agria marea negra
colmada de silencio,
un perpetuo agujero de la nada,
el viaje más eterno.
Es la ventana ciega del recuerdo,
la soledad infinita instalada
en el vértigo azul de la mirada.
Es un océano de velas rotas
sin barcos, sin espuma, sin gaviotas.
Se desliza la luna entre jirones
de nubes para asir el horizonte
sin saber que no logrará atraparlo.
Se va yendo la noche
por el embudo triste
y necio de una calle sin faroles
donde duermen los cisnes
que no han visto la faz de los dragones.
© Fernando Luis Pérez Poza