ERA EL TIEMPO DE LAS SOMBRAS
Era el tiempo de las sombras.
La tiniebla se adhería a los huesos
como una niebla densa que inunda
con su blanca transparencia el alma.
El cristal de la luna se rompía
en la hueca soledad de la noche.
Las horas se perdían en el callejón
oscuro y sin salida del silencio.
Era el tiempo de las sombras.
La densidad del vacío derramaba
la sulfúrica escarcha de la angustia
en la turbulencia de mis venas.
Remolinos de sangre corrían
alocados hasta mi cerebro.
La tormenta restallaba con furia
el látigo eléctrico del relámpago
en mi corazón desolado.
Era un tiempo triste, tan triste
que hasta las lágrimas se volvían
hielo en la fría oscuridad
que invadía el tuétano de mi vida.
Una flor se perdía en la distancia,
una luz sincera, el color de los días,
la sonrisa blanca de una niña diluida
ya de forma permanente en el recuerdo.
Era el tiempo de las sombras.
y tu ya no estabas a mi lado,
como cada tarde, para jugar
a los chinos o, simplemente,
a decir palabras de animales:
Águila. Te toca. León.
©Fernando Luis Pérez Poza